miércoles, 6 de mayo de 2015

La problemática del Director. O jugadores difíciles.

De repente nos hemos tomado un descanso de la hostia. Y no os hemos avisado ni nada. Cosas que pasan, no nos lo tengáis en cuenta, encantos.

He sido Director gran parte de mi vida como rolero. Han sido ya un buen par de años, creo que cinco, quizás más, dirigiendo a jugadores de diferente índole y con diferentes intenciones. No os voy a mentir, no soy un abuelo cebolleta que empezó jugando a segunda en un sótano con cuatro colegas disfrazados de movidas. Yo empecé en mi habitación con los manuales básicos de D&D 3.5 en formato digital, que es una manera preciosa de decir piratas, con cuatro colegas hasta el culo de granos mientras mi madre se preguntaba qué había salido mal con mi educación.

Este primer grupo no salió bien parado, pero durante casi el año que estuvimos jugando semana si, semana también, nos lo pasamos genial. Y ahí empecé a fraguar mi entusiasmo por la dirección. Por crear historias. Poco más tarde cambié de amistades y me encontré con un grupo más decente y, después de años comentando este tipo de tonterías entre nosotros, nos fuimos a vivir a la Casa 38.
¿Ves, Enmanuel, que tu mago de nivel 5 no lanza aun bolas de fuego? Ahora ve a lavarte la cara que la tienes así como sucia.


Basta ya de biografías y vidas pasadas, que está feo hablar tanto de mí, y vayamos al grano de la cuestión. Después de todos estos años como Director, me he encontrado con un problema que se repite no poco en los grupos de juego: los jugadores. Y es algo más que lo que plasma tito Rabange en ESTE artículo suyo. Los jugadores tienen costumbres y manías, y a veces también trastornos y deseos reprimidos, que se olvidan de dejar atrás cuando interpretan a un personaje. Y esto no suele dar buen resultado. Sus personajes carecen de sentido y coherencia y en la mayoría de las ocasiones impiden que el juego avance con fluidez. Es un poco un desastre con el que los Directores tenemos que luchar.

Pero si hay algo que lastre más el avance del juego que una interpretación fallida y/o psicopática, es la desgana de los jugadores, o el síndrome del esmartfon. O el síndrome de la pareja presente. O el síndrome de "oye, tío, pásame esa cerveza que tengo sed." En definitiva, son todas esas actitudes en una mesa de juego que llevan al jugador a no integrarse ni con la partida ni con sus compañeros, ralentizando la acción y desconcentrando al resto de involucrados. Porque esto es así: para jugar a rol se requiere un estado de concentración y una manzana podrida estropea a todo el barril.

Hay más tipos de jugadores problemáticos. Están aquellos que sienten la imperiosa necesidad de sentirse protagonistas por encima de la historia y de sus compañeros y que no dudará en utilizar cualquier medio a su alcance, y si no tienen ningún medio se lo inventan, para conseguir tal fin. Aunque, a decir verdad, este tipo de jugador supone a su vez un problema y una solución. Si, puede desviar el curso normal de la partida y la historia, pero también pueden añadir diversión a una partida que, quizás, estuviese siendo demasiado monótona. Aun y así, he de decir que, según mi experiencia, son más una molestia que otra cosa.
No, Sebas. Creo que unirte al Gremio de Ladrones y boicotear y asesinar a tus compañeros de equipo no les va a hacer ninguna gracia.
Por último, y mi problema más grave, encontramos al jugador pasivo. Es un jugador que lo hace todo bien menos una cosa: jugar. Le falta iniciativa y siempre está esperando a que el Director resuelva la acción de una u otra manera. Siempre esperando un giro en el guión que le salve la vida, o una pista caída del cielo que resuelva un puzle. Para ellos el rol es ir a un cuentacuentos con un folio y un set de dados.

Este es otro artículo donde papi Borgeos solo se queja y no ofrece ninguna solución. Otro día, cuando haya acabado con la mayoría de mis jugadores, me pasaré por aquí a daros soluciones. Por cierto, mañana juego una sesión con mi grupo de Las Mil Espadas. Quizás, tanto +Dorian Vizsnic como yo deberíamos informaros de cómo sigue este invento nuestro.

Un besi.

Borgeos.

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