Hoy me vais a permitir trasladarme a hace cosa de ocho o nueve años atrás en el tiempo, cuando yo era un jovenzuelo inexperto y temeroso de la ira de Dios, perdido en un pueblo de mala muerte de la costa gaditana. En aquellos maravillosos años donde la telefonía móvil todavía no nos había convertido en zombis con pantalla luminosa y en Internet todavía no había ni la mitad de porno que hay ahora, tuve la suerte de conocer a los otros dos miembros fundadores de esta nuestra querida Casa. Poco tiempo después de conocerlos, tuve mi primera experiencia con el mundo del rol, de la mano de una partida de 3.5 que +Dorian Vizsnic, ese erudito bibliotecario rolero, consiguió de alguna manera. En ese primer contacto no jugué, pero me quedé con el gusanillo. Semanas más tarde, empecé a lanzar dados en una partida dirigida por +Juan Castro, amigo, Director y un genial creativo, utilizando un paladín de esa edición y acompañado, creo recordar, de otros once jugadores. Aquello fue un despropósito. Hoy lo pienso y llego a la certeza de que yo sería incapaz de dirigir una locura de semejante calibre. Pero, la verdad y lo que importa en todo esto es que, al final, me lo pasé genial.
Esta imagen resume bien mi primera partida. Había menos rifles, pero la misma cantidad de gente. |
Este es un esbozo de mi curriculum y, para nada, el tema principal de la entrada. Estos párrafos que habéis leído me sirven de pie para presentaros la trama de esta publicación, que no es más que otra queja. Ya en su día hablé de la problemática del director y de cómo este tiene que lidiar con distintos tipos de jugadores. Pero resulta que esta cuestión es como una moneda, y tiene dos caras y un canto.
Como jugador y en mi larga experiencia como Director he visto que la persona que desempeña el papel de Director no se libra tampoco de una extensa lista de pecados. Y a menudo este comportamiento por parte de la dirección afectan de manera más negativa a la partida que cualquier comportamiento errático de cualquier jugador. Pero, ¿qué hacen mal los Directores?
Lo que más he visto, y lo que muchos dirían que es uno de mis mayores defectos, es esa tendencia a no preparar la partida. De poco vale que tengas estructurado el desarrollo de la historia en tu cabeza, que sepas las características de los enemigos o las pruebas de dificultad para tal o cual habilidades. Como Director, se te exige preparación. Desde fichas hasta mapas e ilustraciones. Yo personalmente soy de la opinión de que el material gráfico no es vital para jugar, pero este tipo de elementos ayudan a que se cree una atmósfera de juego que facilite la inmersión de los jugadores y la del mismo Director en el juego. Y eso es siempre un plus. Una ganancia.
He visto menos este tipo de casos, pero los considero igualmente problemáticos. Hablo del Director Maníaco. La labor de un Director no es la de asesinar a los personajes de sus jugadores, ni muchísimo menos. La labor del Director es la de contar una historia. Los hay, que los he sufrido y he hecho sufrir, quienes disfrutan viendo como las ilusiones que un jugador había puesto en su personaje se van por el retrete para no volver, recreándose en el momento de la muerte. Pero no todo es matar al personaje, también está el problema de la dificultad excesiva. Plantear retos imposibles a un ritmo muy por encima de sus posibilidades. Puede haber quien disfrute con esto, que de hecho los hay, pero yo, en mi opinión personal y
La viva imagen de un jugador que acaba de perder a su personaje. |
Y creo que, por el momento, estos son los tres vicios del Director que más he visto y que peor me sientan. Por supuesto, habrá entre vosotros que hayan visto más y peores comportamientos por parte de diferentes Directores. Os animo a dejarlos plasmados en los comentarios.
Borgeos.
P.D.: Estuve hablando el otro día con Dorian y llegamos a la conclusión de que igual sería buena idea aceptar a nuevos grupos de juego para que se unan a jugar a nuestra aventura de mundo abierto de Las Mil Espadas. Si alguno de vosotros estáis interesados, podéis poneros en contacto tanto con +Dorian Vizsnic como conmigo mismo. Un besi, picaronas.