lunes, 6 de abril de 2015

Villanía y antagonismo. O ya tenemos demasiados Sephiroths.

Me voy un ratito a hacer algo digno con mi vida y estos cabrones me redecoran La Casa. Pues que sepan que esta derrama no la pago.

Podría empezar a hablaros de mi sistema de reglas ideal, de cómo dirijo o de qué sistema me parece mejor o peor y por qué. Pero no. Hoy, como tantas otras veces en el pasado, vengo única y exclusivamente a quejarme.

Y hoy me vengo a quejar de algo que vengo viendo en los videojuegos, juegos de rol y demás obras de fantasía o ficción que consumo desde que nací: Los malos son una basura como un piano de grandes. Les falta una motivación real y pecan todos de lo mismo. Y es que esa movida de villanos cuya única obsesión es conquistar el mundo y desatar un reinado del terror empieza a soltar cierto tufillo desagradable. Extremadamente desagradable. Y, sí. De nuevo culpo a Tolkien de todo esto.

Pero, ¿de dónde surge esta falta de originalidad a la hora de crear un antagonista? No creo que quepa duda de que este es un mal cultural. Creo que, al menos en Occidente, nos hemos tomado la libertad de tildar a Hitler y su nazismo como ejemplo perfecto de todo mal. Pensadlo un momento: Una personalidad con aires de psicopatía y un marcado carácter megalómano cuya ambición es el exterminio de toda libertad o individualidad (o colectivo) que se alce en su contra, en favor de sí mismo o sus ideales. ¿No encaja medio bien con cualquier antagonista, desde el mismísimo Hitler al propio Sauron? Podría ser que no. Y si de esta manera crees, házmelo ver en los comentarios. Porque esta es mi versión y mientras estoy escribiendo no me voy a bajar del burro.


Heillo Hitty!

Y si. Quizás uno o dos villanos de este tipo están bien. Seguro que al principio eran hasta originales. Pero, por todos los dados del mundo, ¿hacía falta llegar hasta donde hemos llegado? Así a bote pronto se me vienen varios ejemplos clásicos a la cabeza, como bien son el biennombrado Sauron, de El Señor de los Anillos, o el Emperador, de la saga clásica de Star Wars. O los mismos Orcos, de la mayor parte de los juegos de fantasía. Al final, ¿qué pasa? Que aunque el juego sea diferente, siempre nos enfrentamos al mismo mal. Y eso resta riqueza y encanto a nuestras historias o partidas. En definitiva, y como tanto me gusta recalcar: esto está feo.

Mi visión ideal de un antagonista no es, necesariamente, la de un villano. Si algo aprendí en la facultad de Filosofía además del nombre del bar de la esquina es que los conceptos absolutos son un camino a evitar. De tal manera, intento que las personalidades que urden intrigas y preparan guerras o invocan demonios deambulen en un espectro moral bastante gris. Intento que no simplemente sean engendros con una tara mental de la hostia, sino que tengan realmente una motivación fuerte detrás. El secreto está en que esa motivación vaya en contra de los intereses del grupo. Y a veces ni siquiera eso.

La Muerte no es "mala." Solo tiene un trabajo de caca.

A veces está chulo enfrentar al bien absoluto contra el mal absoluto y hacer algo muy clásico. Pero, después de años jugando el mismo tipo de historia, me cansé de ella.

Borgeos.

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