domingo, 4 de enero de 2015

La Mirada del Centinela. O superhéroes de calle.

Leí este libro (de nosolorol, a la que parecemos ser adictos) hará poco más de un mes. Volví a leérmelo hace apenas una semana y hoy, por fin, he convencido a un pequeño grupo de mis jugadores, una panda rara conformada por veteranos y novatos, para jugar por fin a este mundo. Entremos en materia.

La Mirada del Centinela, de Manuel J. Sueiro y Pedro J. Ramos, con las ilustraciones de Borja Pindado, Breogán Álvarez, Paco Rico y Luis NCT. Sería una falta de respeto por mi parte hacia esas personas y todos sus colaboradores decir que el producto es peor que bueno, como mínimo. Pero, como me he negado siempre a ser objetivo, simplemente diré que La Mirada del Centinela me ha gustado bastante. En especial todo lo que tiene que ver con las ilustraciones, a las que considero sublimes.

Mirad qué bocetos. ¡MIRADLOS!

Se guía por el ya conocido sistema de Hitos (marca de la casa Nosolorol, en lo que parece ser una mezcla evolucionada de FATE con alguna que otra modificación adicional) y está ambientado en Betlam City, una ciudad chunga y corrupta de la costa este de los EE.UU. Ciudad que se hunde bajo la aparición de diferentes grupos terroristas y maníacos. Pero queda una última esperanza: El Centinela, un último héroe que se ha prometido con la protección de Betlam. La historia más clásica de los cómics de superhéroes. No sé. Batman, por poneros un ejemplo alocado. Pero no por ello menos buena.

El libro tiene su aquel bastante bueno. Por una parte, te explica el sistema Hitos al dedillo. Bastante rápido y muy mascadito todo. Se comprende fácil y uno se encuentra dispuesto para jugar tal cual termina de leer. La cosa es que justo después de terminar la parte de reglas uno se encuentra con la sección de ambientación, donde te explican qué es Betlam, qué es El Centinela, quienes son los villanos y qué rodea a todos estos elementos. Y la verdad es que está muy bien terminado, cuidan cada pequeño detalle de la ambientación y tienen una especial forma de dar encanto a sus personajes (En serio. Lo del homosexual católico me mató especialmente).

Además, y como colofón, el libro te ofrece 17 Operaciones (partidas rápidas, de apenas un par de horas de duración) ambientadas en las diferentes épocas de la Betlam superheróica. Y todo por el módico precio de 25 napos, así que yo recuerde.

El Centinela rechazando la oferta de un relaciones públicas de un garito punkarra.

Y luego está el tema de la partida que jugamos hace un par de días. Estábamos algo ocupados, nada que ver con las fiestas que hubo de por medio y que nos guste más empinar el codo que a un tonto un lápiz, nada que ver, y el tema de jugar nos ha pillado a contrapié, así que cogimos por banda una de las Operaciones que propone el libro y nos pusimos a lanzar dados. Desde mi punto de vista de Director, la verdad es que me ha resultado liberador. Me lo dan todo hecho y yo solo tengo que rellenar los espacios en blanco: líneas de diálogo, descripciones específicas y alguna que otra rectificación que arregle la actuación de mis jugadores. Pero todo eso enmarcado en una aventura que ocupa una carilla. No podía ser más cómodo.

Mis jugadores, por desgracia, se han encontrado con un problema que incluso a mí me ha desagradado. Y es que El Centinela no es un único tío: es un equipo. Un equipo que consta de superhéroes cachas que reparten candela a domicilio y un buen montón de coleguis superinteligentes que se quedan en casa diciéndole cositas por la radio. La organización de ese equipo hace que el grueso de la acción se la lleve el hombre bajo la máscara, quedando los demás jugadores algo dispersos al no tener en ocasiones nada que hacer. Pero más allá de todo esto, la experiencia ha sido positiva. Y al final puede que incluso la culpa del reparto de la acción fuese mía. Pero jamás me oiréis decir eso.

O al menos debería haber sido positiva. Y digo que debería porque, a mitad de partida, mis jugadores deciden que la forma más adecuada de interpretar a un superhéroe es destrozando, mutilando y torturando a todo aquél que se interponga en su maldito camino. Al final pareciera que ellos mismos eran los villanos del cómic. Y si en un cómic el superhéroe está más tocado de la pinza que el antagonista que pretende destruir la ciudad, apaga y vámonos.

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